Publicado por Isabel López el 21 de enero de 2010
Foto: Stefan Krause
Un bodegón, también conocido como naturaleza muerta, es una obra de arte que representa objetos inanimados, generalmente objetos cotidianos que pueden ser naturales (animales de caza, frutas, flores, comida, plantas, rocas o conchas) o hechos por el hombre (utensilios de cocina, de mesa o de casa, antigüedades, libros, joyas, monedas, pipas, etc.) en un espacio artificial determinado. Esta rama de la pintura se sirve de un exquisito arreglo, encanto colorístico y de una iluminación fina para producir un efecto de serenidad, bienestar y armonía.
Con orígenes en la antigüedad y muy popular en el arte occidental desde el siglo XVII, el bodegón dan al artista más libertad de acción en la colocación de elementos de diseño dentro de una composición que otros géneros pictóricos como el paisaje o los retratos. Los bodegones, particularmente antes de 1700, a menudo contenían un simbolismo religioso y alegórico en relación con los objetos que representaban. Algunos bodegones modernos rompen la barrera bidimensional y emplean técnicas mixtas tridimensionales, y usan objetos encontrados, fotografía, gráficas generadas por ordenador, así como sonido y vídeo.
Bodegón Creativo
El arte de la composición
El bodegón es uno de los temas fotográficos más exigentes de la fotografía profesional, pues requiere equipo y preparación técnica de alto nivel: sistemas sofisticados de iluminación, cámaras de medio y gran formato, un amplio abanico de accesorios como fondos, elementos de atrezzo.., por no hablar de los conocimientos necesarios para obtener el máximo rendimiento de tanto utillaje. Todo esto acaba por disuadir al aficionado, que raras veces se atreve a adentrarse en este mundo aparentemente reservado a los profesionales.
Sin embargo, conseguir un buen bodegón se encuentra al alcance de cualquiera, vamos a verlo.Es difícil que los aficionados, incluso con conocimientos se atrevan con los bodegones. Esto se debe principalmente a que en ellos el fotógrafo no se encuentra con nada hecho y debe construir por completo la totalidad de la imagen. En un paisaje, la iluminación o los elementos del mismo no dependen exclusivamente de nosotros, al igual que en el reportaje donde se trabaja con sujetos “fuera de control” bajo una iluminación dada.
En un bodegón, sin embargo, todo lo pone la imaginación de su autor, resulta de su capacidad para producir y crear la escena: primero con la acertada elección de sus objetos, prestando especial atención a sus formas, volúmenes, tamaños, colores y texturas; segundo con un perfecto dominio de la iluminación que cree la atmósfera adecuada y proporcione un toque especial a lo fotografiado, resaltando con fuerza sus características. Tercero, con una composición y encuadre elegantes fruto de una colocación armónica de los elementos y de un fondo acorde con ellos.
Estos tres factores (tema, luz y composición) resultan determinantes a la hora de conseguir una foto de bodegón que merezca la pena, pero no es cierto que debamos partir de planteamientos complejos y elaborados o que hagan falta equipos especializados. Los bodegones sencillos apenas son exigentes en este sentido; vale cualquier cámara analógica o digital equipada con una óptica zoom estándar que permita intervenir al fotógrafo en los controles básicos de exposición, diafragma y enfoque. La iluminación puede ser sólo natural, con lo que eliminamos la necesidad de saber iluminar, aunque algún esquema sencillo también explicaremos con el propósito de ayudar a quienes quieran hacer sus “pinitos” en el estudio.
Los requerimientos, sin embargo, en estos bodegones minimalistas de creatividad y saber hacer son máximos: no vale cualquier tema, iluminación, ni fondo o composición, algo común a toda fotografía, pero que en el bodegón resulta todavía más evidente, en el sentido de que en este caso sí que tales factores se deben sólo al fotógrafo.
En otra clase de tomas el azar o la luz ambiente nos pueden echar una mano, en el bodegón los posibles fallos dejan al desnudo sin más nuestras carencias fotográficas. Lo que no es nada malo, muy al contrario, el bodegón es una escuela excelente para aprender y practicar la fotografía porque ayuda a resolver sus aspectos esenciales de forma y contenido, simplemente al plantearlos desde el principio como la única forma de construir la imagen fotográfica, esa mezcla de composición, luz y tema.
El encanto de la sencillez
Otra dificultad añadida en los bodegones referente a su tema se encuentra en la variedad y número de objetos necesarios en la imagen. Los principiantes deben ser conscientes de que cuanto más elementos diferentes haya en la escena, más dificultades se encontraran a la hora de obtener una fotografía armónica. Las diferencias de tamaño, proporción, color, forma y textura crean conflictos entre los objetos de un bodegón, que bien resueltos concluyen en una imagen con riqueza y “contrastes”, y mal empleados en una barroca y confusa.
Por eso la primera regla, sobre todo cuando no se tiene demasiada experiencia, es la simplicidad: un tema sencillo, un fondo neutro y una sola luz junto a una cartulina blanca, plateada o un espejo para suavizar el contraste de la iluminación principal.
Así un buen procedimiento de trabajo que lleva al éxito es empezar con muy pocos medios pero aprovechando al máximo todas las posibilidades: un tema fácil formalmente bello lo aporta muchas veces uno o dos objetos; una fuente de luz única que puede ser una ventana de luz natural o un simple flexo casero cuando sea necesaria una iluminación más especular; y un fondo uniforme o muy sencillo lo proporciona una cartulina, tela, madera envejecida y sin pulir, lonas, piedras o chapas de metal con óxido.
Analizar el bodegón
A continuación comienza un proceso de análisis y estudio con la finalidad de conseguir la mejor imagen posible: hay que ver y fotografiar el tema con diferentes colocaciones de sus elementos, de la cámara y de la luz (si no tenemos focos de estudio vale cualquier luz, los resultados no serán espectaculares, pero se aprende mucha iluminación).
Conviene igualmente probar con varios encuadres y objetivos (vertical y horizontal, desde más cerca y lejos) porque se obtienen versiones distintas de un mismo tema con perspectivas asimismo cambiantes. Al final se evalúan los resultados obtenidos y se eligen las imágenes más interesantes, que se sabe cómo están hechas, ya que se habrá ido tomando notas a lo largo de todo el proceso. Indudablemente, la herramienta que facilita y agiliza el trabajo en estos casos es una cámara digital: se dispone de las imágenes instantáneamente en color y en blanco y negro sin los gastos adicionales del laboratorio. Otra ventaja de la simplicidad temática se encuentra en que facilita en gran medida la composición.
Guardar las formas
Los objetos adecuados para un bodegón son aquellos que destacan por su forma; el color y la textura son también importantes aunque como elementos “decorativos”.
La perfección de los objetos suele ser obligatoria en la fotografía profesional de bodegón pero no es absolutamente imprescindible en el caso de planteamientos menos comerciales, nuestro bodegón puede emplear cosas no tan perfectas siempre que éstas respeten la lógica y el sentido de la imagen.
La primera duda que se presenta en la elaboración de los bodegones se encuentra en saber qué clase de objetos son los adecuados para realizar esta clase de fotografías. En principio no debería haber ninguna clase de limitaciones en este aspecto, pero es innegable que con algunos elementos es más sencillo que con otros. Quizá la característica más relevante de un objeto de bodegones sea su forma; el color y la textura son también muy importantes, desde un punto de vista fotográfico esenciales, pero hay que considerarlos como un lujo añadido nunca como algo suficiente por sí solo.
Queremos decir que raras veces funciona un bodegón que se apoye exclusivamente en el color o la textura de sus elementos con independencia de su formas, sin embargo poco importa que la imagen sea monocroma o que los elementos no tengan propiedades superficiales destacables, si su forma, su diseño es atractivo, sugerente y plástico. Pensemos en un edificio, en un coche, en un traje, primero se resuelven los problemas de volumen y espacio, de línea o de corte, sólo una vez que la forma es apropiada se piensa en decorarla con colores y texturas. En este sentido el color y la textura son básicamente decorativas.
En conclusión, los objetos ideales para un bodegón son aquellos con formas bellas, plásticas o sugerentes. Esto no significa que tengan que ser perfectas. Es conocido que los fotógrafos profesionales buscan para sus naturalezas muertas ejemplares de absoluta perfección, los objetos más frescos y vivos, los productos más relucientes y brillantes, ya que se trata de atraer al espectador hacia el objeto con la intención de que éste resulte apetecible. Normalmente la función básica del bodegón de un fotógrafo profesional es la comercial, lo que no es de obligado cumplimiento en nuestros bodegones informales en los que la perfección objetiva no es un dogma inquebrantable.
Ambientación y estilismo
Sin embargo, no se pueden cometer errores elementales de ambientación y estilismo que vayan contra la lógica de la imagen: si se opta por un esquema clásico, comercial, de productos de exposición no puede haber ni uno solo que no cumpla este requisito, de igual forma que si nos centramos en una caja vieja de herramientas usadas difícil justificación tiene incluir una moderna y reluciente.
Estas consideraciones son muy importantes a la hora de elegir los objetos de un bodegón y deben ser tenidas en cuenta siempre que se vayan a comprar o seleccionar, es decir vale todo aquello formalmente atractivo siempre que no se rompa una mínima lógica visual.
En concreto es recomendable para los bodegones sencillos usar flores, frutas, verduras, alimentos y los utensilios relacionados con ellas y ellos, así como cualquier clase de objeto fuertemente “humanizado” o de uso común como herramientas, pinceles, lápices, útiles de escritorio, calzado, ropa…, la lista puede ser tan extensa como la creatividad del autor sea capaz de utilizar.
La composición
Una composición elegante se reconoce rápidamente porque guía la mirada del espectador por la imagen sin crear conflictos entre sus elementos.
Otro factor que debe resolverse en un bodegón se encuentra en la composición. En ésta influye tanto la disposición de los objetos de la escena (de la que el único responsable es el fotógrafo) como el encuadre de la cámara (la selección final del cuadro) y la clase de fondo empleado. Muchos fotógrafos se complican demasiado incluyendo muchos elementos en sus fotos de forma que consiguen una imagen caótica y confusa.
Lo sensato es empezar como hemos sugerido por una o dos cosas y tratar de conseguir una composición atractiva, sólo pueden añadirse más elementos cuando se sabe organizar los objetos y si, además, con ello se mejora la composición. La imagen se va construyendo poco a poco, un buen truco es componer a través del visor, decidiendo previamente si conviene más un cuadro horizontal o vertical y nunca incluir algo nuevo hasta que no se ha resuelto la anterior.
Los fondos simples y lisos siempre funcionan y resaltan más a los objetos cuando son más oscuros o están menos iluminados y tienen colores más apagados que éstos. Para ello se prestan gasas, lonas, cartulinas, piedras y maderas, así como muchos objetos de desván, incluso de chatarrero debidamente dignificados y embellecidos por la huella caprichosa del paso del tiempo. En resumen, un fondo adecuado es el que no se ve y al mismo tiempo aumenta el protagonismo de los objetos del bodegón: si el ojo se va al fondo antes que a nuestra composición evidentemente vamos por mal camino.
Hay una serie de formas de ordenar los elementos de un bodegón que facilitan la tarea de conseguir entre ellos un adecuado reparto de sus pesos visuales. Son por así decirlo los dos recursos compositivos maestros de las artes icónicas: la simetría por repetición geométrica y el equilibrio asimétrico de la regla de los tercios. De tan repetidos casi parece que no necesitan explicación, aunque todavía algunos de nuestros nuevos lectores no conozcan quizá de qué estamos hablando. Efektyvūs rekuperatoriaus filtrai už racionalią kainą cleanfilter.eu Vamos a explicarlo de forma que ellos aprendan algo y quienes ya se “lo sepan” encuentren otras aplicaciones.
Recursos compositivos
Una composición es armónica cuando entre sus partes se llega a establecer un equilibrio de manera que el espectador interpreta el mensaje visual de forma clara y sin interferencias: desde un punto de vista simbólico la composición establece un código que guía al espectador de la imagen sobre lo que debe ver, la importancia de cada uno de los elementos y el orden de su “lectura”.
La forma más sencilla de ordenar, de equilibrar una imagen es obviamente la simetría, imaginemos que sólo vamos a colocar un punto negro sobre una hoja blanca, la tentación de hacerlo en el justo centro parece casi irresistible.
Pero supongamos ahora que tenemos varios puntos: ¿es sensato colocarlos todos juntos agrupados en el centro o uno a uno en los cuadrantes de intersección de los ejes principales horizontales y verticales?
Parece que no, a no ser que se busque a propósito una composición bastante estática donde todos los elementos tengan un mismo protagonismo, en este caso se impone por tanto una estrategia compositiva que establezca armonía a partir de una disposición asimétrica, hemos encontrado así el sentido de la famosa regla de los tercios: organizar la composición alrededor de un objeto protagonista descentrado y puesto en uno de los puntos de intersección de una imagen dividida vertical y horizontalmente en tercios, la regla de los tercios es la forma canónica de componer las imágenes con varios posibles centros de atención.
Romper las reglas
Esta circunstancia lleva a más de uno a una aplicación mecánica de la regla de los tercios y a despreciar por principio las simetrías simples. Pues bien, esto es un error mayúsculo, porque hay ocasiones donde no seguir un esquema simétrico simplemente no tiene sentido: no hay nada más irritante que aprender una regla para aplicarla dogmáticamente, la repetición es un recurso perfectamente válido del arte como demuestran ejemplos más que sobresalientes de la poesía, la música o la pintura.
Formas sofisticadas de componer por repetición simétrica son las sucesiones y las figuras geométricas imaginarias que los objetos de una escena pueden describir dentro del cuadro de la imagen, las más utilizadas, el triángulo y el cuadrado. Resumiendo: hay que huir de los lugares comunes y tratar de componer el bodegón con una amplitud total de miras, con pocos elementos es probable que valga casi cualquier planteamiento y en casos más complejos se haga imprescindible recurrir a simetrías geométricas o a la consabida regla de los tercios, un auténtico salvavidas cuando las diferencias entre los objetos de color, tamaño y textura son además extremas.
Las luces
La luz natural de una ventana es la iluminación mágica de quienes no tengan medios, proporciona gratis calidades profesionales sin salir de casa. En el estudio tampoco se deben complicar innecesariamente las cosas. Una buena iluminación puede consistir en dos fuentes difusas a cada lado a 90º y otra cenital de la misma calidad y ligeramente a contraluz.
Hemos llegado al último y para muchos el capítulo más importante de un bodegón, aunque tampoco vamos a ser tan dramáticos y le quitaremos un poco de hierro a un asunto que depende de los medios que se posean.
Por eso empezaremos por la iluminación más barata, tantas veces mejor y al alcance de todos: la que proporciona una ventana de luz natural difusa de la que todos tenemos alguna en nuestra casa. Sólo hay que colocar una mesa cerca de una ventana en una dirección lateral o en suave contraluz (también es posible la dirección frontal teniendo cuidado de no proyectar sombras sobre la escena) y preparar los objetos y el fondo como hemos explicado para conseguir un bodegón con una iluminación perfecta. Los problemas de contraste debidos a la sola fuente lumínica se aminoran con el uso de discos reflectores comerciales o con espejos, cartulinas blancas o plateadas de fabricación casera que cumplan la misma función.
Luz de ventana
La luz del ventanal admite más modificación de lo que parece a primera vista, se puede recortar con pantallas negras delante de la propia ventana o del objeto o hacerla más difusa colocando telas translúcidas o bien papel cebolla o vegetal delante de la ventana. Si se desea que entre sol directo a través de ella es mejor que sea el de la última hora de la tarde por sus características de color, pero en tal caso debe pensarse en un relleno bien dirigido y bastante fuerte para las sombras.
Con un flash portátil o de zapata también se puede imitar la luz de una ventana con un procedimiento algo primitivo aunque infalible: con una caja de zapatos pintada de blanco por dentro y negro por fuera, se coloca el flash dentro de ella y se sincroniza a la cámara con un cable, por último la caja se cierra con un metacrilato opalino o un papel vegetal.
Esta ventana improvisada proporciona resultados parecidos tanto a las de luz natural como a las que los fotógrafos profesionales emplean en sus estudios por lo que se debe trabajar con ella de idéntica manera.
La dirección
La dirección de la iluminación también incide de manera determinante sobre la composición y la estética de la imagen. Las iluminaciones frontales proporcionan una perfecta reproducción del color aunque con un modelado pobre y una escasa sensación de volumen; las excesivamente laterales y de calidad especular afectan a la correcta reproducción de los colores, lo que se soluciona con fuentes muy difusas.
Las reinas de los bodegones son por ello las luces laterales difusas, su efecto es bastante similar al de una ventana de luz natural, porque añaden a un buen cromatismo una fuerte sensación tridimensional y de textura, donde las sombras desempeñan un papel importante en la composición. Los contraluces son imprescindibles para separar los elementos del fondo, además de ser la luz de referencia con los cuerpos translúcidos y transparentes.
La dirección cenital difusa es muy popular entre los fotógrafos profesionales de bodegones, dan una adecuada iluminación básica de apariencia bastante natural con sombras poco molestas al quedarse debajo de los objetos, pero que necesita algún tipo de acento o efecto.
¿Cuál sería entonces una iluminación de estudio válida para casi cualquier bodegón? El esquema que recomendamos emplea tres fuentes o dos más un relleno. La principal es lateral difusa a 90º, la de relleno se dispone de manera simétrica a la mitad de potencia, o se sustituye por sólo un reflector. La tercera fuente difusa se coloca con una dirección cenital en ligero contraluz. Muy pocos temas no se van a poder fotografiar con esta iluminación, se trata de objetos especiales que plantean problemas más propios de la fotografía técnica profesional que de la creativa, pero eso sería motivo de otro central.