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Gali Tibbon: “¿Se puede fotografiar la fe?”

Quesabesde

Iván Sanchez

Inmortalizar con la cámara algo tan abstracto como la fe y darle sentido es el gran proyecto de Gali Tibbon. Captando la expresividad y el sentimiento de los devotos peregrinos, las instantáneas de esta fotoperiodista israelí abarcan una dimensión de la creencia religiosa que va más allá de lo meramente superficial. En sus reportajes el uso simbólico de la luz y otros elementos nos trasladan a un mundo de peregrinación, devoción y sentimiento, de rituales antiguos y diversos. A sus 38 años esta reconocida fotoperiodista ha documentado también temas menos espirituales como el culturismo o el mundo de las “drag queens” en Jerusalén.

¿Cómo llegaste al fotoperiodismo?

Empecé con la fotografía cuando tenía 14 años. En la biblioteca de mi abuelo descubrí una especie de anuario con las mejores fotos publicadas en la revista Life. Creo recordar que era de 1958 y había unas fotos fantásticas en blanco y negro con mucho grano. Me di cuenta de que podía hacer esas imágenes y me monté un laboratorio donde aprendí las bases de la fotografía.

Crecí en una zona de Jerusalén que no está lejos de la residencia del primer ministro de Israel. Veía a la policía antidisturbios y los manifestantes, y cuando la gran mayoría de gente ni siquiera podía salir de allí, a mí me llamaba la atención ir a ver qué estaba ocurriendo. Así fue cómo me di cuenta de que eso era precisamente lo que quería hacer.

 

Como fotoperiodista te toca cubrir todo tipo de noticias. ¿Cómo separas tu trabajo más personal de la fotografía de noticias del día a día?

El trabajo del fotoperiodista parece muy interesante desde fuera: la gente te envidia, te ven como una persona enrollada… De acuerdo: ésta es una parte, y es verdad. Tienes acceso a muchos lugares que de otra forma no podrías visitar, conoces a gente interesante y te ves envuelta en situaciones emocionantes.

Pero también existe lo que podría denominarse fotoperiodismo gris, el trabajo diario que no tiene detrás una gran historia. Puede ser un apretón de manos, un retrato, un grafiti en cierto lugar… un montón de cosas con las que no necesariamente muestras tu lado creativo. Y aunque lo intentaras no siempre funciona, porque no deja de ser lo que es. Otras veces ocurre que tienes 50 segundos para hacer algo y luego debes abandonar el lugar.

Es como una lucha en la que necesitas encontrar un equilibrio entre el trabajo que es más creativo y en profundidad y el del día a día. En prensa diaria muchas veces vas a un lugar porque es el tema del día, estás allí unas horas y luego te vas. Y no vuelves nunca, porque al día siguiente hay otra historia que fotografiar. Ha habido muchos sitios en los que me ha atraído la historia y he sentido como que me perdía algo; quería entenderla y visualizarla mejor.

¿Notas que hay mucha presión para generar imágenes?

En especial si estás haciendo temas para la “línea” [las fotografías de agencia que reciben en la redacción los periódicos y se caracterizan por ser de máxima actualidad], hay una cierta presión para producir imágenes.

“Antes de la era de Internet teníamos un cierre; ahora en cambio hay un ‘deadline’ constante”

Antes de la era de Internet teníamos un cierre a última hora de la tarde para los periódicos europeos y otro para Asia y Estados Unidos. Ahora, en cambio, hay un “deadline” [tiempo de entrega] constante: siempre hay alguien que quiere las fotos. Ya no existen los tradicionales “deadlines” de los periódicos porque también trabajas para Internet. The New York Times, por ejemplo, puede querer la foto para sus blogs y su edición digital, y para el diario siempre hay alguien en la “línea” que quiere fotos actuales.

Así que es diferente: hay mucha presión y tienes que producir. Incluso cuando crees que vas a tener más tiempo o menos presión te toca hacer algo más. En cambio, cuando trabajas en un proyecto personal te gestionas tu tiempo; tienes todo el tiempo del mundo para pasear, para cometer errores, para volver de nuevo… Es un proceso diferente, incluso en el modo en que fotografías. Trabajando para la “línea” no tienes tantas opciones. Habitualmente ocurren muchas cosas y hay demasiada demanda.

Jerusalén es la cuna del cristianismo, el islamismo y el judaísmo. Es evidente que vivir en esta ciudad ha influido mucho en tu trabajo.

Veo a los jóvenes de Jerusalén irse a vivir fuera. A Tel Aviv, por ejemplo, cerca de la playa y donde están los mejores clubs nocturnos. Pero yo me siento afortunada de vivir en Jerusalén. Es la ciudad que acunó esas tres religiones, hay historia en cada una de sus esquinas y es un lugar donde la gente ha luchado, se han matado los unos a los otros, se ha derramado mucha sangre a lo largo de la historia… y probablemente continúe siendo así en el futuro. Para mí es interesante entender este pasado tan fuerte que tiene la gente de aquí.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Los cristianos tenían a los cruzados; los musulmanes, a los yihadistas… Todas las religiones tienen una forma de llamarlo. Hay personas para las cuales la tierra es más importante que los valores humanos… ¡que el valor de la vida! La gente aquí está dispuesta a matarse por los lugares sagrados. Discutir es para algunos más importante que vivir.

Pero para mí resulta fascinante entender todo esto, el tipo de personas que son. Al principio lo hice de una forma superficial, pero cuanto más me iba adentrando, más me daba cuenta de que había algo debajo de esa superficie. No es sólo lo que se ve: hay mucho más.

Tu proyecto más importante, un conjunto de reportajes sobre la fe, está construido en torno a las diferentes comunidades religiosas de Israel. ¿Cuáles son tus intereses en ellas y qué objetivo buscas?

Es un tema histórico. Si te fijas en la historia moderna, la mayoría de los conflictos empezaron por culpa de la religión. Aunque tengan que ver con la geografía, siembre hay algún aspecto de la religión detrás. Es asombroso ver lo que la gente puede hacer por fe. Colectivos [de Israel] como las enfermeras, por ejemplo, tienen una fe muy grande. Algunos son fanáticos, otros no. ¿Qué es capaz de hacer cada uno por su fe?

“Ecos de la Jerusalén cristiana” es un trabajo de larga duración sobre las seis confesiones que se pueden encontrar en la Iglesia del Santo Sepulcro. ¿Cómo te decidiste a hacerlo?

Comenzó un poco paseando, viendo a un montón de gente con lenguas, ropas y costumbres que me eran ajenas y no comprendía. Y todo esto ocurría en un lugar que estaba a 15 o 20 minutos de mi casa. Así que al principio fue algo muy superficial. Cuando no estás muy centrado en el concepto o en lo que sientes, las fotos que tomas son muy obvias. Contemplas, ves algo que es diferente y lo que has visto crees que es así. Y en realidad se trata de volver. Volvía y volvía al lugar, conociendo a la gente, entendiendo el lugar, entendiendo lo complicadas que eran las cosas…

Y entonces un día me di cuenta de que no estaba muy segura de lo que estaba fotografiando en realidad. Creía que estaba fotografiando peregrinos, pero vi que tenía una historia sobre rituales y que era más interesante. Más tarde comprendí que no eran exactamente los rituales, sino que se trataba del lugar y su diversidad. Le di forma al reportaje a medida que iba haciendo las fotos.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

No puedo explicar cómo me sentía atraída por ese lugar, pero seguía volviendo allí. Imprimía fotos de prueba y me sentaba en el suelo del salón para mirarlas… y veía que, aunque iba en la dirección correcta, no estaba tomando el mejor camino. Hasta que un día descubrí cómo lo quería hacer y por qué estaba allí.

Al principio, cuando volvía del lugar, comprobaba que las fotos que había tomado ese día eran muy simples y que cualquiera que hubiera estado allí las podría haber hecho. Pero a medida que volvía las fotos empezaron a ser diferentes. Comencé a hablar con la gente y a su vez la gente empezó a compartir conmigo cosas a las que yo no estaba habituada.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Cada vez que iba me preguntaba por qué, y la respuesta era que la gente y lo que ahí ocurría era muy estimulante. Sabía que había algo y que sólo tenía que encontrar la forma correcta de hacerlo. Y creo que finalmente conseguí lo que buscaba.

Durante la Semana Santa Jerusalén es uno de los lugares más concurridos del mundo. Sin embargo, en este reportaje del que nos hablabas ahora vemos muchas imágenes sin gente. ¿Es muy difícil trabajar y componer en esas situaciones?

El asunto es que la localización de mi trabajo es probablemente uno de los lugares más fotografiados por turistas al cabo del día. Hoy todo el mundo tiene una cámara: la abuela con una vieja videocámara, alguien con un iPhone… Todo el mundo hace fotos de todo, y éste es uno de los lugares más fotografiados del mundo.

Pero por encima de todo mi misión era fotografiar lo que hay debajo de toda esa superficie, no lo que ves nada más llegar. La gente que pasaba mucho tiempo en la iglesia no la reconocía a simple vista en mis imágenes. Eso me dio una idea de que el trabajo que estaba realizando era poco común y novedoso. Necesité mucha paciencia para conocer el lugar, aprenderme los rituales, volver una y otra vez… pero también estar muy concentrada en lo que quería.

En algunas fotos había mucho caos y una gran cantidad de gente. Es cierto que la Iglesia del Santo Sepulcro es un lugar muy concurrido, pero para mí había una cierta tranquilidad. Ésa era mi sensación cuando entraba allí e intentaba transmitir esa tranquilidad en la composición de mis imágenes. Hace falta mucha paciencia y concentración.

Has estado tres veces en Lalibela, al norte de Etiopía, para documentar una historia similar. ¿Qué querías fotografiar allí y qué diferencias encontraste respecto a Jerusalén?

He ido siempre en enero, durante la Navidad ortodoxa. Lalibela también es conocida como la Jerusalén de África o la Jerusalén Negra. Ésa era la principal asociación que tenía. Fue construida por el rey Lalibela en el siglo XII, después de que Jerusalén fuera conquistada por los musulmanes y no se pudiera peregrinar más hacia ella.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Así que creó este lugar -alguna leyenda dice que fue ayudado por los masones- para los cristianos de Etiopía que ya no podían ir a Tierra Santa. Hay muchos lugares que tienen los mismos nombres que en Jerusalén y Tierra Santa, como Golgotha, el río Jordán o el monte Tabor. Para mí fue muy curioso ver otra Jerusalén.

Es cierto que de alguna forma son parecidas como destino de peregrinación, pero en Etiopía encontré algo realmente muy diferente. Ahí había algo muy puro y casi bíblico, no sólo en el paisaje de Lalibela, donde todo el suelo es considerado sagrado y no se permite llevar calzado ni fumar. Es un lugar muy puro y con una fe que no ves en otros lugares.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Hay peregrinos que llegan allí tras 45 días caminando. Y no estoy hablando de una o dos personas, sino de cientos o miles que lo hacen. Y son gentes muy sencillas. Yo cuando viajo necesito mi teléfono, mi portátil… ellos en cambio no tienen casi nada: un bastón para caminar, un saquito con granos y algún utensilio para cocinarlos donde sea. Acampan o duermen bajo un árbol y continúan caminando al día siguiente. Conocer a esa gente fue algo fascinante.

¿Entablaste relación con alguno de estos peregrinos?

No me concentré en ningún peregrino en concreto. Había personas que me iba encontrando a lo largo del camino. Alguno de ellos se acordaba de haberme visto cuando habían peregrinado a Jerusalén durante la Semana Santa. Había gente a la que había visto en mi primer viaje a Etiopía cuatro años atrás. Pese a la barrera del lenguaje, en muchos casos me relacionaba con una especie de diálogo humano que no necesita palabras ni traductor.

 

Foto: Gali Tibbon

 

En definitiva no me centré en una persona, sino que me quedé fascinada por toda la escena. Para mí fue casi como viajar en el tiempo. Había algo muy puro en todo aquello.

¿Todas las fotografías están hechas en Lalibela o hay imágenes también de la peregrinación?

En Lalibela hay once iglesias talladas en la roca, como en Petra. El peregrinaje se hace a la ciudad, y dentro de ella van de iglesia en iglesia. Algunos días me quedaba en Lalibela y otros salía de la ciudad y seguía a los peregrinos que iban llegando poco antes de Navidad.

¿Por qué usaste color en Jerusalén y blanco y negro en Lalibela?

Para mí Jerusalén es tan vívida y colorida que el color me servía para demostrar su variedad: es casi como un caleidoscopio de colores dorados y rojos brillantes. Son los colores del corazón, de la corona del obispo o las cruces brillantes. Hay color en todos lados.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Y el motivo por el que escogí hacer el proyecto de Lalibela en blanco y negro fue principalmente por la sensación de atemporalidad que tuve en ese lugar. Estaba en lo alto de una colina, frente a un asombroso y vasto paisaje, sin edificios ni rascacielos ni nada. Te levantabas por la mañana, al alba, junto a miles de personas vestidas con el típico chal blanco al que llaman “shama”. Tuve la sensación de estar viajando en el tiempo y pensé que el blanco y negro realmente enfatizarían esas sensaciones.

Algunas de tus mejores imágenes tienen un repertorio espectacular de luces y sombras. ¿Esperas a que algo interesante ocurra en una escena con buena luz o sueles buscar la mejor luz allá donde hay algo que quieres fotografiar?

En ambos proyectos fotografié de forma similar. Había unas luces muy bonitas, la mayoría en interiores o en lugares muy concretos. Hay fotógrafos que solamente salen a fotografiar desde las cinco hasta las siete y media de la mañana y desde las seis hasta las ocho de la tarde. Sólo disparan durante la hora mágica dorada. Yo no soy uno de ellos. Disfruto mucho de la luz tan buena de esas horas, pero no necesariamente voy a fotografiar sólo en esos momentos.

En Etiopía tuve mucha suerte: la luz allí es muy dura, casi como en Jerusalén. Hay un sol muy fuerte durante muchas horas que da unas sombras muy duras con mucho contraste, y no es lo ideal para fotografiar. Pude fotografiar durante un montón de horas al día, y al final acabas identificando las situaciones con buena luz. Quiero decir que simplemente las ves. Para mí la luz es un elemento muy fuerte, le da atmósfera a la foto, aquello que siento en el preciso instante de tomar la imagen, y eso es lo que para mí tiene más importancia capturar.

Cuando estaba en Lalibela la atmósfera, la luz, el humo, los cánticos… me causaban unos sentimientos. Y lo que intento es plasmarlos en imágenes fijas, sin sonido, sin olores, sin otros sentidos. Para ello la luz es una herramienta muy importante, porque me transporta justo al lugar y el momento en los que tomé la foto.

En tu trabajo hay una relación directa entre la luz y su significado en las religiones.

No se trata sólo de un rayo de luz. Creo que hay muchos elementos simbólicos en mi fotografía. Algunos de ellos tienen correspondencia con ciertas imágenes del Renacimiento o con la pintura clásica, como el color y la luz en la fotografía de la mujer con el pañuelo rojo, pues en las artes clásicas el color rojo simboliza a María Magdalena.

Creo que estoy influenciada por ciertas imágenes que forman parte de la memoria colectiva. Todos crecemos expuestos al arte clásico, a estas imágenes y estos estímulos visuales que funcionan como una base de datos en nuestro cerebro. Así que cuando identifico situaciones similares, en mi cerebro se produce una asociación con estas imágenes clásicas de un momento relacionado con algo divino.

En este sentido creo que la luz es una fuente muy importante. “Que se haga la luz”, como dice el libro del Génesis. La luz está presente en la creación de todas las cosas. En muchos casos los adoradores interpretan un rayo de luz, la luz sagrada, como una señal divina de dios.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

¿Cómo se puede representar la fe mediante una fotografía?

Antes de nada habría que preguntarse: ¿se puede fotografiar la fe? Y ésta es una de las preguntas que me hacía mientras trabajaba. Creo que es difícil fotografiar la fe. Es algo espiritual y tienes que traducirlo a una dimensión más realista, en especial los rostros de la gente, lo involucrados que están. Si por ejemplo me encuentro un hombre de rodillas recorriendo la Vía Dolorosa, puedo apreciar la fe que le mueve a hacerlo, y si soy capaz de captar esa expresión y ese sentimiento en una instantánea, entonces estoy fotografiando la fe.

Se trata de fotografiar algo muy abstracto, y cuando lo consigues sabes que lo tienes.

¿Es algo que notas en el mismo momento de fotografiar?

Sí, lo notas. Notas la magia. Pero por otra parte también te encuentras situaciones en las que esperas horas, tienes una escena genial y piensas: “¡Uau! ¡Mira esta mujer, con esa expresión tan interesante en la cara!” Luego, cuando vuelves a casa, te sientas frente al ordenador y te das cuenta de que la foto no expresa nada de lo que sentiste. Eso pasa muchas veces, y significa que no has conseguido fotografiar la fe.

La fotografía puede ser decepcionante en ocasiones.

“La fotografía es algo muy decepcionante, pero eso la hace interesante”

¡Lo es! La fotografía es algo muy decepcionante. Muchas veces la fotografía tiene que ver con habilidades físicas: el cerebro, el ojo y el dedo han de trabajar juntos. En ocasiones identificas algo interesante con el cerebro y la vista, pero para cuando has disparado, quizás ya era demasiado tarde o la cámara no fue lo suficientemente rápida, y te quedas sin la foto. Es decepcionante, porque muchas veces ves algo, lo identificas y por una fracción de segundo lo pierdes.

Pero ese riesgo es lo que también la hace interesante. También lo es trabajar con poca luz, con velocidades muy lentas, como suelo hacer. Unas veces consigues una foto buena y otras no. Al repasar las imágenes piensas: “Si hubiera usado el flash, tendría esa mirada enfocada, pero ahora no puedo utilizar esta foto.” Pero entonces la luz ya no sería la misma.

También has fotografiado grupos judíos, como los samaritanos y los falash mura. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con estas comunidades tan poco conocidas?

Los samaritanos no son exactamente judíos. Se escindieron hace dos mil años y no se les considera judíos, aunque mantienen muchas de sus prácticas y se consideran a sí mismos los guardianes del ancestral y verdadero judaísmo. Es una de las comunidades religiosas más antiguas y pequeñas.

La mayoría de las religiones practican segregación por sexos, como el judaísmo ortodoxo o el islam, que también discrimina entre hombres y mujeres en los ritos. Pero para los samaritanos las mujeres simplemente no existen en sus ceremonias; ni siquiera hay reservada para ellas una parte de sus templos, porque se supone que no tienen que participar de sus rituales. Es algo muy típico de esta región, la gente es muy estricta y las reglas no se pueden quebrantar.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Los samaritanos fueron muy acogedores y abiertos, pero no siempre es fácil. Son muy leales a las tradiciones antiguas, las preservan transmitiéndolas a las nuevas generaciones, pero también son muy liberales y modernos, lo que me fue de gran ayuda.

Incluso el cristianismo tiene leyes diferenciadas para hombres y mujeres, y la figura de la mujer no siempre sale muy bien parada. En algunos casos no puede ni estar presente. Por ejemplo, aquí, en el desierto de Judea, frente al valle Kidron, está el monasterio ortodoxo del Gran Lavra [conocido como Mar Saba en árabe] que me gustaría mucho poder visitar. Tengo los contactos adecuados, pero una tradición antigua no permite la entrada a las mujeres.

Tener acceso a ellos debió ser difícil.

Fue muy sorprendente que los samaritanos me dejaran fotografiarles. Leí sobre ellos y había visitado varias veces lugares como el monte Gerizim, y asumí que es un poco como el judaísmo. Pero me invitaron a su sinagoga, y al verla fue algo sorprendente: al entrar la gente se quitaba los zapatos, rezaban sobre unas alfombras… como en el islam. Para mí todo aquello fue algo nuevo y diferente a lo que yo había imaginado. Fue entonces cuando me fijé en que no había ninguna zona para las mujeres, y al preguntarle a un hombre me dijo que no existía porque ellas no iban allí a rezar.

Pero a pesar de todo fueron muy calurosos, muy abiertos y cooperaron muchísimo. El hecho de ser una mujer no me creó ningún problema; la gente me respetó como a cualquier otro fotógrafo. Soy una persona muy sensible y menos agresiva que otras. Creo que ser quien soy es lo que hizo que consiguiera tener acceso a ellos.

Tienes varias historias sobre los palestinos, pero no tienen nada que ver con la religión. ¿Has pensado en documentar el islam en Jerusalén?

Me gustaría, pero Jerusalén está segregada y hay una parte del islam que, pese a ser asombrosa, nunca seré capaz de experimentar o conocer en primera persona porque el simple hecho de que una mujer esté en medio de una multitud de hombres va en contra de sus creencias.

He hecho algún trabajo sobre el islam con sufís en Turquía, que son mucho más espirituales que el resto de suníes. Pero es difícil, y no creo que vaya a cambiar mucho en el futuro.

Tus reportajes “Mr. Israel” y “Drag Queens” dan un punto de vista sobre Israel y Palestina que no encaja con la información que habitualmente nos llega de allí.

Hay un conflicto que dura desde hace dos mil años. Durante toda mi vida los palestinos y los israelíes se han estado matando entre ellos. Mucha gente está ya exhausta por todo esto. Algunos no lo entienden, otros creen que lo entienden y tienen una opinión concreta. Pero yo no veo las cosas en blanco y negro: hay matices. Es una situación muy conflictiva. En la última década he fotografiado este conflicto y su violencia. No era exactamente una guerra, pero los enfrentamientos se daban en zonas civiles y la mayoría de bajas han sido civiles de ambos lados.

Hay gente que sale por la mañana a trabajar y nunca regresa a casa. Ha sido brutal, muy violento, muy sangriento… Mucha gente de ambos lados se ha visto en medio de todo esto y creo que todavía van a tardar un tiempo en tener una vida normal, como por ejemplo en España, donde la gente se levanta por la mañana, va a trabajar, gana suficiente dinero, compra comida y ropa y regresa a casa para disfrutar con su familia. Creo que es un proceso por el que toda la sociedad pasa, aunque sea más difícil en algunos casos que en otros.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Foto: Gali Tibbon

 

Pero hay que crecer y saber entender que es un proceso que está por todas partes: todo el mundo ha estado cerca de algún episodio de violencia o conoce a alguien que ha muerto, sea la madre de un conocido o un amigo de la infancia. La gente es más madura y tiene un instinto de supervivencia muy fuerte para vivir lo mejor posible y continuar adelante con su vida a pesar del conflicto.

Pueden parecer reportajes corrientes para alguien que mira desde fuera, pero por ejemplo en mi proyecto sobre las “drag queens” uno de los principales protagonistas es palestino. Lo hice en un “nightclub” en el que trabajan chicos gays judíos, cristianos y musulmanes que son “drag queens”. Hay gente a la que le parece normal porque esto es algo corriente en otras sociedades, pero aquí obviamente esto es algo fuera de lo común, forma parte de lo extremo.

Y ocurre lo mismo con “Mr. Israel”, la historia del concurso de culturismo: en ella hay drusos [otra religión minoritaria en Israel], musulmanes, inmigrantes rusos, israelíes, árabes cristianos… Hay una parte de la normalidad que permite a la gente dejar de lado el conflicto.

 

Foto: Gali Tibbon

 

Has participado en los documentales “Mirrors of War” y “Beyond Assignment” sobre mujeres fotoperiodistas. ¿Cómo ha sido esta experiencia?

“Mirrors of War” fue grabada durante la intifada por Patrick Chauvel. Es una película acerca de seis fotógrafos: tres israelíes y otros tres palestinos. Se trata de personajes muy diferentes entre sí. Es como una especie de “collage” de diferentes aspectos de la misma cosa.

Chauvel vino a Jerusalén para proponerme participar, pero le dije que prefería no salir en la película. Entonces, mientras estábamos cenando, explotó una bomba. Me disculpé y le dije que tenía que ir a fotografiar aquello. Cuando fui hacia mi coche Patrick me preguntó si podía venir y le respondí que sí, porque aquello era una noticia. Pero resultó que me grabó mientras trabajaba… ¡y finalmente participé!

La grabación de la película y la entrevista coincidieron con una etapa muy intensa, no sólo a nivel fotográfico sino también para la gente que vive aquí. Todo en mitad del conflicto, una especie de guerra que tenía lugar en la puerta de tu casa, no en un lugar lejano donde no conoces a nadie, sino aquí, donde vives. Puede ser que el café donde desayunabas la semana anterior o el sitio por donde habías pasado en coche un par de horas antes saltara por los aires con una bomba.

“Puede ser que el café donde desayunabas la semana anterior o el sitio por donde habías pasado un par de horas antes saltara por los aires”

Fue algo bastante complicado de hacer, pero ahora que lo veo con un poco de distancia estoy contenta de haber participado porque me ha enseñado cómo han cambiado las cosas y la vida en general.

Por su parte, “Beyond Assignments”, que se ha podido ver recientemente en la selección oficial del Manhattan Film Festival, fue premiado como mejor documental en el Durango Independent Film Festival. Trata sobre tres mujeres fotoperiodistas. Para mí fue interesante ver a las otras fotógrafas.

Lo interesante es ver dos formas diferentes de trabajar, porque cada película muestra dos aspectos muy diferenciados de mi fotografía. En “Mirrors of War” un suicida acababa de hacer estallar una bomba y ésa es una situación muy tensa en la que has de pensar muy rápido y posicionarte para tener un buen ángulo, pero a la vez moverte de forma segura para no ponerte en peligro, y además hay que enviar las fotos muy rápido.

Pero en “Beyond Assignments” me acompañaron mientras trabajaba en mi proyecto a largo plazo, también en blanco y negro, sobre el peregrinaje de los evangelistas para su bautismo en el río Jordán. Así que trabajas sin presión, tienes todo el tiempo del mundo, puedes fotografiar desde diferentes ángulos y en general tienes mucha más libertad.

¿Te sentiste incómoda trabajando rodeada de gente?

No fue fácil porque se trata de un trabajo individual, muy solitario. Pero el director y productor había sido fotoperiodista y el cámara era muy habilidoso, y en ningún momento pensé que me podrían estorbar pese a que estaban detrás de mí. Cuando vi el resultado pensé que era asombroso. Yo tenía miedo que con tanta gente me pudieran arruinar algunas fotos, pero funcionó bien, muy bien. Una buena foto depende de la situación, y nunca tuve la sensación de que algo dejara de ocurrir porque ellos estuvieran allí. Estuvieron conmigo unos diez días y llegados a cierto punto me acostumbré a su presencia.

¿Qué proyectos tienes programados en tu agenda?

Tengo algunas cosas en mente que de alguna forma están relacionadas con la religión. Estoy tratando de encontrar cómo relacionar la religión con la actual crisis económica en todo el mundo, principalmente en Europa, en países como España o Grecia, donde se está sufriendo especialmente.

Creo que a lo largo de la historia, cuando hay una crisis financiera de este calibre, ésta trae consigo algunas consecuencias: primero un aumento de la xenofobia y después la búsqueda de la sensación de confort que puede aportar la religión. La gente se siente más decepcionada por lo económico y se refugia en la religión. Es una contraposición al mundo materialista, una búsqueda de algo más espiritual, y es precisamente eso lo que me interesa.

 

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